Atrás

El oficio del historiador

“[L]a historia quiere captar a los hombres. Quien no lo logre nunca será, en el mejor de los casos, sino un obrero manual de la erudición.” (Bloch 1996). Con tal contundencia juzga Bloch la labor del historiador tras reflexionar sobre esta. Y es que, para dedicar años de estudio a una ciencia, si es que no toda una vida, se debe dar sentido a la misma. Resulta entonces inevitable plantearse el objetivo y el método de lo que se hace. Pero ¿qué razón hay tras la idea de Bloch?

Es sencillo creer que el oficio del historiador consiste en la simple memorización de datos, o en el descubrimiento de la verdad absoluta sobre lo que ocurrió en un periodo pasado, siempre centrado en personajes notorios o grandes acontecimientos. Resulta una conclusión vaga y simple en tanto que solo requiere, en el caso de muchas personas, recordar la materia de historia de la educación básica. Y es que como describen Hernández Cardona y Sospedra Roca (2021), durante los últimos tres siglos los sistemas escolares han impartido una historia no científica, la cual fue basada en la memorización de historias artificiosamente construidas para inculcar valores y pensamientos a favor del estado. Un sistema que lejos de funcionar, ha generado según Hernández Cardona y Sospedra Roca (2021) una amplia demanda social de otro tipo de relatos. Se esboza en el texto del autor una importancia del relato y una dimensión cualitativa en el mismo en las que cabe indagar.

Viñas (2024) presume de que una de sus líneas de trabajo es contextualizar las acciones humanas, ya que el contexto histórico en todas sus dimensiones determina las mismas. Destaca también el papel historiador que intenta obtener una visión de conjunto de las evidencias disponibles, a partir de la cual elabora una narración. El hallazgo de nuevas fuentes y el estudio de las fuentes disponibles es sin duda importante. Pero el historiador no debe conformarse con saber el “¿quién?” y el “¿por qué?” de los restos. Es su labor fundamental preguntarse los motivos y el contexto, pues solo así podrá construir y transmitir una idea del pasado, estrictamente limitada al tiempo y a las evidencias estudiadas.

¿Y cómo se pueden construir y transmitir dichas ideas si no es a través de narraciones? La narración es la herramienta que permite contar una acción enmarcada en un contexto complejo con variadas circunstancias. La narración permite, por ejemplo, explicar con todo detalle las motivaciones y preocupaciones que llevan a un hombre a intentar una expedición marítima creída imposible hasta el momento. La labor del historiador se puede dividir en tres niveles, siendo el primero de ellos la investigación de las fuentes, el segundo la interpretación de estas y el tercero la narración de los resultados, según el texto de Ruiz- Domènec (2000), quien exponía que contar las narraciones que forman parte de la historia ayuda al tiempo a evitar la arbitrariedad y la vaguedad.

De la dimensión cualitativa del relato nos habla Moradiellos (2013) argumentando que “el relato histórico del investigador no puede ser arbitrario, ni caprichoso, ni ficticio”, pues debe poder ser defendido con las evidencias disponibles. Ante la imposibilidad de conocer con exactitud un evento pasado en toda su complejidad, es el respaldo de las fuentes lo que da validez a la narración de lo que hipoteticamente sucedió.

Queda probada con lo expuesto hasta el momento la idea de Bloch, pues se ha concluido que el oficio del historiador consiste en crear narraciones que capten los actos humanos en su contexto. Es necesario, sin embargo, plantear una pregunta adicional: ¿Cómo se puede hacer historia responsable con la sociedad?. Al crear narraciones en el ejercicio de su oficio el historiador debe ser consciente de que estas se pueden utilizar para entender el tiempo presente, especialmente si forman a pasar parte del imaginario colectivo (Manjón Esteban 2011). Se trata de un efecto que el historiador debe gestionar siendo crítico y asumiendo su responsabilidad respecto a lo que escribe.

Tradicionalmente la historia se escribía sobre las élites y para las élites, y a pesar de que los acontecimientos pasados no cambien, las narraciones deben reescribirse para adaptarlas a cada generación, de manera que sean útiles y comprensibles (Burke 2000). Se debe escribir historia para toda la sociedad, teniendo en cuenta su amplia diversidad. La sociedad se puede dividir en diferentes identidades compuestas por la intersección de clasificaciones tales como el sexo, genéro, edad, clase social o etnía. Entender el papel que han tenido en la historia las diferentes identidades ayuda a tener una visión más completa del pasado al mismo tiempo que permite analizarlo de manera crítica. Un buen ejemplo es cuándo Beard (2018) analiza comparativamente un pasaje de la Odisea de Homero, en el que se silencia a una mujer en público, con situaciones equivalentes de la actualidad, incidiendo en los patrones de comportamiento que genera la tradición. Es en este aspecto destacable la contribución de la historia del genéro, la cual permite “vincular el enfoque macroestructural de lo social y sus instituciones con lo microestructural y las construcciones de las identidades subjetivas” (García-Peña 2016).

Bibliografía

BEARD, M., 2018. La voz pública de las mujeres. Mujeres y poder: un manifiesto. Barcelona: Editorial Crítica, pp. 15-31. ISBN 9788417067566.

BLOCH, M., 1996. LA HISTORIA, LOS HOMBRES Y EL TIEMPO. Apología por la historia, o el oficio de historiador. S.l.: FCE, pp. 53-57. ISBN 968-16-6030-7.

BURKE, P., 2000. Formas de historia cultural. Madrid: Ed. Allianza. El libro universitario Historia y geografía Ensayo, 162, ISBN 978-84-206-7988-4.

GARCÍA-PEÑA, A.L., 2016. De la historia de las mujeres a la historia del género. Contribuciones desde Coatepec [en línea], no. 31, [consulta: 27 septiembre 2024]. Disponible en: https://www.redalyc.org/jatsRepo/281/28150017004/html/index.html.

HERNÁNDEZ CARDONA, F.X. y SOSPEDRA ROCA, R., 2021. Iconografía didáctica, recreción y museografía. En: D. ESPAÑOL SOLANA y J.G. FRANCO CALVO (eds.), Recreación histórica y didáctica del patrimonio: nuevos horizontes para un cambio de modelo en la difusión del pasado [en línea]. S.l.: Ediciones Trea, pp. 145- 174. [consulta: 2 octubre 2024]. ISBN 978-84-18105-88-3. Disponible en: https://elibro.net/es/ereader/uoc/182939?page=146.

MANJÓN ESTEBAN, A., 2011. La imagen social del oficio de historiador. El Futuro del Pasado, vol. 2, ISSN 19899289. DOI 10.14201/fdp.24650.

MORADIELLOS, E., 2013. La ciencia de la historia. El oficio de historiador: estudiar, enseñar, investigar. Tres Cantos, Madrid: Akal, pp. 34-44. Akal textos, 39, ISBN 978-84-460-3865-8.

RUIZ-DOMÈNEC, J.E., 2000. En la encrucijada. Rostros de la historia: veintiún historiadores para el siglo XXI. 1. ed. Barcelona: Ed. Península, pp. 11-23. Atalaya, 45, ISBN 978-84-8307-252-3.

VIÑAS, Á., 2024. Reflexiones finales. La forja de un historiador. 1a ed. Barcelona: Crítica, pp. 415-421. Biblioteca Ángel Viñas, ISBN 978-84-9199-622-4.